Aunque Jesucristo
nació en verano
es milenaria
tradición
que en todo el mundo
cristiano
sea el invierno la estación
de la navideña
celebración.
Pero como todos
podemos percibir
esto de las
estaciones
depende del
hemisferio en el que te ha tocado vivir
para la realización
de tales manifestaciones.
Así que haga frío o
calor
todos celebran la
Navidad
festejos, compras,
esplendor,
todo impregnado de
forzada felicidad.
Ya en noviembre, en la
segunda mitad
llega la lotería en
televisión
como anuncio primicia, como premonición
este año con una
lacrimógena emotividad
el lema es compartir,
con solidaridad.
Pistoletazo de
salida: esto va a empezar
la vorágine típica de
este mes
enciende las luces el
Corte Inglés
y los demás
comercios, después
todos a consumir, a
comprar.
En el puente de la
Inmaculada
se hace la primera
escapada
y el día de la suerte
es el indicador
para que el
predispuesto consumidor
coja sus vacaciones
antes o después,
según su trabajo y labor
y poseído de tópicas
ilusiones
se lanza a una
desenfrenada carrera
de viajes, regalos, comidas
compras de manjares y
ocasionales bebidas
abundantes y
frecuentes según el dinero de su cartera.
Los encuentros familiares
son muy frecuentados
a veces voluntarios,
a veces forzados.
Y nuestros políticos contagiados
por tanta humanidad
se dan una tregua por Navidad
en su particular
lucha por el poder
lo cual, la
ciudadanía se lo ha de agradecer
pues son muy cansinos
en los medios de información,
es decir, en la
prensa, radio y sobre todo, televisión.
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