27 de agosto de 2006

LOS CACAENTES: 11. Los descendientes de los cacaentes



Recapitulemos:

Genistea del Valle y del Pastizal
mantuvo amoríos con un ente: Gestal

Y veamos lo que ocurrió:

El muy íncubo la dejó embarazada
y un día, de repente, se esfumó, como si nada.
Testigos que presenciaron en la distancia el acontecimiento
hablan de un resplandor, un fogonazo en el firmamento:
Después de varios meses del primer contacto
como era su costumbre iban con frecuencia
a la gruta, a la cueva, que por la influencia
del rayo espacial se gestó el decisivo acto.
Allí, los enamorados recordaban aquel momento
y repetían tan placentero evento
con mucho regocijo, placer y contento.

Pero las voces celestiales interrumpen los placeres terrenales

En cierta ocasión cuando estaban apareados
el ente escuchó una voz que le decía:


Gestal: es el momento, es la hora, es el día,
que regreses, ¡tu gesta ha terminado!

Gestal, primero, sorprendido, luego, molesto

Que es lo que oigo, percibo y presiento.
Cómo es posible que se acabe este momento
de tanto placer y felicidad ¡no lo consiento!
Iros a Cacano, me quedo, ¡lo siento!

La voz, comprensiva, pero autoritaria

Ah, pillín, pillín, requetepillín.
Ya vemos que al acto terrenal le has cogido gustirrinín.
Pero se acabó, so cataplín:
¡Termina ya! y esconde ese pitirrín
que todo lo que comienza tiene su fin.

El cabreo de Gestal es monumental

Pdrrrr! mi aparato yo no repliego
y de esta santa gruta yo no me muevo.

Los entes, resolutivos

No nos queda otra alternativa
que utilizar el rayo elevador
que con mucha energía y resplandor
izará a este rebelde hacia aquí arriba.

Sigamos con el relato:

Y de esta forma tan contundente
ascendió Gestal muy de repente
hacia el cielo, con los Cacaentes.

¿Qué fue de Genistea?

Así la lozana moza quedó abandonada,
estando ya muy adelantada,
es decir embarazada, gestada,
y bastante desconcertada y contrariada.
Y llegó el día del decisivo parto
y en verdad que aquel fue de infarto.

Nacen unos descendientes peculiares…

Del vientre de la pobre desventurada
salió, no un bebé, ni dos, ni tres... sino una camada.
Diez, eran diez, los descendientes:
Eran retoños relucientes, sorprendentes, nada diferentes;
eran iguales entre sí de tal manera,
que no los distinguía ni la propia Genistea.

Los dioses cuidan de sus criaturas

Después de aparecer estos diez en el alumbramiento
la víctima sufrió tal desvanecimiento
que su salvamento fue todo un portento:
Se comenta que una luz milagrosa
penetró en la mujer y la hizo dichosa,
es decir pasó de estar medio difunta y muy dolorosa
a iluminada, revivida y fogosa.
Y es que los cacaentes controlaban tal situación
por medio de luces salvadoras que provocaban curación.

¡Aquí están los clonicales!

Los retoños crecieron con rapidez inusitada
y al cabo de un mes se hicieron apuestos jóvenes ¡total, nada!
La mitad eran masculinos, la otra mitad, femeninos;
todos eran iguales salvo en sus órganos genuinos.
Se explica su pasmosa igualdad e identidad
porque en realidad, eran clones de verdad.
Sus conductas y actitudes eran iguales
y ellos mismos se denominaban los clonicales.

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